Siguiendo el hilo del pharmakon.

Siguiendo el hilo del pharmakon.

Este texto es producto de una presentación que realicé hace un par de semanas en un grupo de lectura del libro “Toxicomanías y psicoanálisis” de la autora Sylvie Le Poulichet.

Cuando acepté la invitación no esperaba nada pues desconocía tanto este libro como a su autora, pero tuve la fortuna de encontrar uno de esos textos que son preciosos por mantenernos ocupados.

La mirada de Sylvie sobre el tema de las toxicomanías es aguda y precisa, me da la impresión de tener la habilidad para ver más allá de lo evidente que se nos ofrece en los supuestos saberes de la psiquiatría, la psicología e incluso del psicoanálisis sobre el tema de las toxicomanías.

Su comentario nos despierta, así como el discurso de Sócrates en el Fedro, a la vida del logos y nos invita a retomar mediante la dialéctica y la práctica clínica, el camino fuera del letargo de los textos escritos.

En su texto, Sylvie menciona la cualidad del fármacon de ser a la vez un remedio y un veneno, esta ambigüedad no es sólo un problema de traducción, si el fármacon “encierra en sí mismo su propio contrario”, como nos dice la autora, es porque este significante apunta a un efecto del discurso en sí mismo, y no es un simple concepto que encierra una significación común.

“Es de alguna manera esta “estructura de ambigüedad y de reversibilidad” la que infesta todas las reflexiones en materia de psicofarmacología”. –Sylvie Le Poulichet.

“Fármacon” señala un resto, un retoño, UN HIJO de la operación de una escritura, más adelante veremos de qué se trata esta escritura.

Cuando se pronuncia un discurso sobre cualquier objeto, el discurso y el objeto se ven afectados cada uno por las posibilidades del otro. Resulta inevitable que al proponer un saber sobre el fármacon, este saber no se vea afectado por la huella del fármacon, es decir: es inevitable que la forma de dicho saber no posea en sí mismo las cualidades del fármacon.

Para el trabajo de Sylvie, es importante el diálogo platónico “Fedro”, y el comentario que Jacques Derrida hace sobre este diálogo en su texto “La farmacia de Platón”. Las reflexiones en materia de psicofarmacología tienen el mismo efecto que los textos de Lysias que Fedro carga y con los que consigue alejar a Sócrates de su espacio cotidiano: las calles y las plazas de la ciudad. Vemos que los textos de Lysias conducen a estos dos amigos a un espacio (simbólico) de recreación y esparcimiento (De letargo).

El diálogo se desarrolla fuera de las murallas de la ciudad, cerca del río Ilisio, que fue escenario de la caída de la ninfa Orítea hacia las aguas del mismo; según Sócrates, el viento la empujó a caer mientras ella se regocijaba con “Farmaceo” (O Farmacea, como parte de la ambigüedad del fármacon encontraremos que ni siquiera su género es claro).

Entonces, el escenario donde se lleva a cabo el diálogo ya es parte del hilo del discurso. Es un lugar de esparcimiento, dónde Sócrates y Fedro se endulzan los sentidos, se regocijan con el viento, el pasto, la sombra y los sonidos de la naturaleza, en oposición al trabajo que acostumbra tener lugar en las calles y plazas de la ciudad.

Es en este escenario dónde se desarrollará un juego que está en relación con la Verdad.

“Y el jairein tiene lugar en nombre de la verdad. Los topoi del diálogo no son indiferentes. Los temas, los lugares en el sentido de la retórica, están estrechamente inscritos, comprendidos en parajes cada vez más significativos, son puestos en escena; y en esa geografía teatral, la unidad de lugar obedece a un cálculo o a una necesidad infalibles.” –J. Derrida - La farmacia de Platón.

El jairein es más que un lugar, es:

“…una escenificación de las condiciones bajo las que se puede alguien aproximar al logos y a sus múltiples y a veces contradictorias verdades.” –Dafna Saportas Cruz.

La multiplicidad, la condición contradictoria de las verdades, es entonces una cualidad del logos, del discurso. Insisto, Fármacon es sólo su efecto. El proceso de significación es la reducción de una paradoja a un discurso que sea enunciable, más no por enunciarlo deja de estar afectado por la forma de la paradoja. La ambigüedad, la ambivalencia, la coincidencia de los opuestos, son perceptibles aquí, pero se manifiestan también en otras escenas que si bien para la filosofía serán representadas a través de los mitos, desde el psicoanálisis podremos escucharlas en el discurso vivo de lo inconsciente.

Volviendo al hilo del Fedro. El estar distraída con Farmaceo influye, según Sócrates, en que Orítea caiga y muera en las aguas del río Ilisio, así como la riqueza sensorial del jardín en el que se encuentra con Fedro es una metáfora del encantamiento bajo el que se encuentra este último causado por los textos de Lysias y con el que conduce a Sócrates fuera de sus ocupaciones, pero Sócrates parece estar advertido y sólo sigue en el juego a Fedro para más adelante despertarlo del letargo inducido por los textos que carga bajo su manto.

El contenido de estos textos no es algo trivial. Fedro está fascinado por el discurso escrito de Lysias, tanto que, al no serle suficiente escucharlo, se ha hecho con los textos en el que este está escrito y ha pasado toda la mañana revisándolos. Cree haberlos aprendido e intenta ponerse a prueba con Sócrates, pero Sócrates se adelanta y le solicita compartir el discurso escrito.

La idea de la suplencia ya está en juego aquí, en lugar de ejercitarse en el discurso, los amigos recurren al texto para conocer las palabras de Lysias, esto le ahora a Fedro una labor.

“Platón compara el medicamento con la escritura: así como la escritura pone el texto en letargo, y sustituye la mnesis por la hipomnesis, así el medicamento hace las veces de “suplente físico de lo psíquico ausente”. –Sylvie Le Poulichet

Esto deja una duda: Podemos notar como el medicamento suple algo psíquico, igual que el texto en el Fedro suple el trabajo de la memoria, pero ¿Qué es lo psíquico ausente aquí?

Dijimos que el fármacon le ahorra a Fedro una labor, podríamos decir también que el fármacon se instaura ahí donde hay ausencia de labor y esta labor está en relación con el amor.

No es coincidencia que el amor sea el tema de los textos de Lysias (Es el amor lo que es suplantado, lo que es puesto en letargo mediante la escritura en el texto) y que este pase a ser tema de los discursos de Sócrates, con los que intentará despertar a Fedro a la luz de la Verdad.

La respuesta de Sócrates al discurso de Lysias se da en dos partes: Sócrates enuncia dos discursos sobre el amor, siendo el primero falso y el segundo verdadero. El primer discurso de Sócrates funciona como una conclusión demasiado apresurada sobre el amor, mientras que en el segundo recurre a la metáfora y a la dialéctica para aproximarse a la verdad sobre el amor. La dialéctica aquí es la capacidad de descomponer un objeto o concepto examinando sus partes, es decir: se requiere de un esfuerzo, una labor de rodeo del objeto del discurso y prevenirse así de pronunciar un discurso demasiado apresurado sobre él.

El amor será identificado por Sócrates como un “furor”, una forma de delirio (manía), opuesto a la razón y a la sabiduría, del lado de la locura, el amor se apoderará del alma de los hombres. Pero no es evidente que el delirio (manía) sea un mal: “Es todo lo contrario; al delirio inspirado por los dioses es al que somos deudores de los más grandes bienes”.

Para Sócrates habrá 2 especies de delirio (manía):

  • Uno que no es más que una enfermedad del alma.
  • Mientras que el otro nos hace traspasar los límites de la naturaleza humana por inspiración divina.

El furor que opera como una enfermedad del alma, sería entonces “tóxico” (Tóxico-manía), mientras que el otro, por recorrer dialécticamente al objeto y no agredirlo en una aproximación demasiado apresurada, por traspasar los límites de la naturaleza humana, por desarrollarse en un determinado jairein (En una escena, un encuentro, un intercambio de palabra, que nos puede “aproximar al logos y a sus múltiples y a veces contradictorias verdades.”, como nos decía Saportas Cruz), podríamos llamarlo (Haciendo un guiño a Jean Allouch) una “eroto-logía”?

Sócrates también nos habla sobre la naturaleza o el carácter de las Almas según el camino del Dios que hayan seguido en su ascenso antes de caer a este mundo. Refiere que “cada hombre escoge un amor según su carácter” y utiliza la metáfora del carro tirado por dos corceles para hablar del Alma. Los corceles representan las dos cualidades que puede poseer este movimiento: uno es vicioso, se precipita violentamente sobre el objeto amado para disfrutar de sus placeres sensuales, el otro es de buena raza y se contiene ante la presencia del objeto amado. El primero agrede al objeto amado mientras que el segundo lo preserva. En esta metáfora, agresión y preservación del objeto son dos corceles del mismo carruaje

Los discursos de Sócrates imitan el movimiento de cada uno de los corceles, dónde, en el primero, saca conclusiones apresuradas acerca del amor, y en el segundo realiza un rodeo dialéctico que nos permite ver mejor la composición de este.

A pesar de ser dos corceles, estos jalan del mismo carruaje, y es que tanto el alma como su discurso poseen en potencia la misma capacidad de destruir como de preservar. El fármacon nos señala esta ambigüedad. Como mencionaba Sylvie:

“El Fármacon sería entonces lo que encierra en sí mismo a su contrario”.

Que opere como veneno o remedio, que se traduzca como amor u odio, que su efecto sea de preservación o destrucción, etc, dependerá del conjunto del texto del discurso. En su historicidad, en la temporalidad, en la labor del rodeo dialéctico, o bien, en la ausencia de esta labor, operando como suplencia.

Los biblia que carga Fedro son sólo un nivel de este texto. Los otros niveles se encuentran en el jairein como escena, en las calles y plazas de la ciudad que se oponen al espacio de esparcimiento a las orillas del río Iliso, en donde Oritea murió, donde cayó en letargo, por estar distraída regocijándose con Fármaceo.

Lo que está en juego en la oposición de los espacios, en las distintas escenas, la ciudad y los jardines exteriores a ella, entre la vida y la muerte, el trabajo y el letargo, la mnesis y la hipomnesis, el remedio y el veneno, es el despliege de un texto, es cuestión de diferencia y la diferencia es la escritura.

“Esta diferencia, que no es más sensible que inteligible, permite la articulación de los signos entre sí en el interior de un mismo orden abstracto –de un texto fónico o gráfico, por ejemplo- o entre dos órdenes de expresión. Permite la articulación del habla y de la escritura –en sentido corriente, así como funda la oposición metafísica entre lo sensible y lo inteligible, luego entre significante y significado, expresión y contenido, etc. Si la lengua no fuera ya, en este sentido, una escritura, ninguna notación derivada sería posible; y el problema clásico de las relaciones entre habla y escritura no podría surgir”. –Jacques Derrida. De la gramatología.

Y es así como vemos surgir en el Fedro el problema clásico de la relación entre habla y escritura, íntimamente relacionado con el tema, con el sujeto de estos discursos, desde Platón hasta Le Poulichet y apoyándonos en Derrida como intentando hacer una especie de apalancamiento entre estos dos textos quizás podamos extraer algunas conclusiones provisionales.

El hilo conector está en el fármacon, pues este es una sombra, un remanente, ES HIJO, del acto de escritura.

Podríamos decir también que la ambigüedad de la traducción del fármacon se debe a que este no posee en sí una sustancia, sino que funciona como una señal que apunta a lo Real del acto de escritura.

Que apunte a lo Real del acto de escritura significa que para hablar de este tenemos que recurrir al mito, pues el mito es un primer ejercicio de imaginarización y simbolización de lo Real. Y es precisamente lo que hace Sócrates en el Fedro.

El mito que nos cuenta Sócrates trata sobre la invención de la escritura y su evaluación cuando esta es presentada al Rey de Egipto (Rey de los Dioses).

Theut le presenta al Rey de Egipto la invención de los caracteres para la escritura como una herramienta con la que el pueblo egipcio podrá ejercitarse en el arte de la memoria. El Rey Tamus (Zamus) reconoce en esta su opuesto, ve cómo al tener la facilidad del registro de la palabra el pueblo comenzaría a rechazar la necesidad de ejercitar la memoria, por tener el acceso al texto y servirse de este como una forma de suplencia.

“Padre de la escritura y entusiasmado con tu invención, la atribuyes todo lo contrario de sus efectos verdaderos. Ella no producirá sino el olvido en las almas de los que la conozcan, haciéndoles despreciar la memoria; fiados en este auxilio extraño abandonarán a caracteres materiales el cuidado de conservar los recuerdos, cuyo rastro habrá perdido su espíritu. Tú no has encontrado un medio de cultivar la memoria, sino de despertar reminiscencias; y das a tus discípulos la sombra de la ciencia y no la ciencia misma.” – Platón, Fedro.

La ciencia de la memoria es también la ciencia del logos, del ejercicio dialéctico y de la preservación del objeto amado, en esta se encuentra el remedio. Mientras que, por el otro lado los biblia y los farmacea son opuestos a la verdadera medicina:

“A la verdadera medicina, basada en la ciencia, son en efecto opuestos, de un plumazo, la práctica empírica, la operación según recetas aprendidas de memoria, el conocimiento libresco y el uso ciego de las drogas. Todo eso, se nos dice, es manía” – Jacques Derrida. La farmacia de Platón.

Estos se encuentran del lado del veneno, del letargo y del olvido.

Será el conjunto del discurso (Expresado en el despliegue de una escena) lo que determine la dirección hacia la que apuntará el fármacon. Operar sobre este discurso no será tarea sencilla pues, como vimos, el juicio, la determinación del valor de la escritura de este discurso, se lleva a cabo en otra escena (En otro registro). La filosofía sólo puede representar esta otra escena a través del mito, sin embargo, si confiamos en el psicoanálisis y sabemos escuchar el conjunto de este discurso, tal vez tengamos una oportunidad de realizar una operación que apunte a lo inconsciente y modificar así la dirección en la cual el fármacon ha virado en cada uno de los analizantes. Pero las herramientas para realizar dicha operación no podremos introducirlas nosotros, sino que habremos de reconocerlas en el texto del discurso del cual el sujeto es producto, del que es hijo y a través del cual, padece una sentencia Divina.

El sujeto ya trae consigo, como Fedro trae los textos de Lysias bajo su ropaje, el fármacon que nos indicará el o los significantes que nos permitirán despertarlo, así como Sócrates enuncia sus discursos sobre el Amor precisamente porque es sobre esto que se ha escrito un discurso demasiado apresurado.

Con esto apenas alcanzamos a hacernos una vaga idea de lo ocurre con el fármacon en las toxicomanías, y de las repercusiones que tiene para la clínica. Escribo este texto con la esperanza de que nos sirva para esclarecer o continuar nuestra indagación personal alrededor de estos textos y también para quienes en otro momento se inicien en la indagación por la naturaleza del fármacon.

Por el momento, me es imposible ir más allá, tanto los textos griegos como la lectura de Derrida y el trabajo de Le Poulichet demandan una labor que nos supera individualmente y en la que además, corremos el riesgo de distraernos y caer nuevamente en el letargo por acceder mediante el recurso escrito a la expresión de una experiencia, por lo que será importante no desviar la mirada de la clínica, que es a dónde uno vuelve una y otra vez para despertar del sueño inducido por la lectura libresca.